Que el ajedrez desarrolla la capacidad de cálculo y análisis no es ninguna novedad. Y que los buenos ajedrecistas siempre se han visto tentados por buscar formas alternativas de explotar económicamente sus habilidades, tampoco.
En épocas pasadas, cuando los torneos internacionales se disputaban con frecuencia en legendarios casinos, solía ser el mundo de la ruleta y el Blackjack el primero que atraía su atención en ese sentido. Incluso hasta tiempos bastante cercanos, era habitual que la mayoría de ajedrecistas atravesasen una transitoria etapa de interés hacia el casino y sus estrategias – normalmente para alejarse de él poco después, una vez asumidas las pocas expectativas existentes a medio plazo en los juegos de azar puro.
La especulación en bolsa y el póquer, donde las dotes para el análisis sí se pueden transformar efectivamente en una ventaja apreciable, vienen siendo los campos en los que estas aproximaciones han tenido más éxito. Por poner un par de ejemplos de lo primero, podríamos citar al Gran Maestro alemán Eric Lobron, quien no sólo es envidiado por su relación con la supermodelo –y también ajedrecista- Carmen Kass, sino por su acertado desempeño operando en bolsa que le ha proporcionado unas ganancias fabulosas. Lo mismo que el antiguo analista y representante de Karpov, Ron Henley, quien amasó toda una fortuna en ese terreno. Y si tuviéramos que citar un caso de éxito en el póquer, quizá el más notable sea el de Dan Harrington, un fuerte ajedrecista que llegó a alcanzar el título de Maestro, y que se convirtió en campeón mundial de póquer en 1995. Harrington, que cita el ajedrez con frecuencia en sus aclamados libros sobre póquer, atribuía su gran capacidad para concentrarse bajo presión precisamente a sus años de juventud ante el tablero: “En la partida decisiva del World Series, yo era capaz de concentrarme mejor en buscar las mejores jugadas debido al ‘entrenamiento’ que tuve con el ajedrez. Gracias a eso conseguía olvidar que había millones de dólares en juego”, afirma.
Sin embargo, ha sido precisamente a partir de mediados de los noventa cuando el póquer y otras modalidades de juego –como las apuestas deportivas- han alcanzado un verdadero boom, gracias a las puertas que empezaron a abrirse con la expansión de internet. Toda una pequeña revolución que ha ganado miles de adeptos entre los ajedrecistas, conscientes de sus buenas posibilidades.
Si antes las partidas nocturnas de póquer eran algo bastante habitual en la vida cotidiana de los torneos –muchas veces para buscar la revancha o resarcirse de las derrotas en el tablero-, ahora la costumbre es que los ajedrecistas se recojan a horas muy tempranas en sus habitaciones. Y detrás de estas retiradas se esconde en muchas ocasiones –así he tenido ocasión de comprobarlo- la intención de jugar varias manos de póquer en las que obtener unas ganancias extra con las que complementar las obtenidas con el ajedrez. Incluso las grandes estrellas, que tienen una sólida carrera ajedrecística a sus espaldas, no le hacen ascos a esta posibilidad: Hace un año veíamos a Alexander Grischuk inscribirse en el Campeonato de Europa de póquer, a Almira Scripchenko en Las Vegas jugando un torneo oficial, y más recientemente ha sido otro ruso, Alexander Morozevich, quien se está interesando de forma más seria por el juego
¿Está justificado tanto interés? ¿Tienen realmente los ajedrecistas cualidades que les hacen destacarse en el póquer? Según multitud de testimonios, eso parece. “El póquer exige tanta disciplina y enfoque, que es posible ser mejor jugador que la media simplemente teniendo el temperamento correcto, aprendiendo las reglas más simples, y sentándose a jugar”, afirma la ajedrecista estadounidense Jennifer Shahade en un artículo sobre el tema para la revista New in Chess. “Las características de un buen jugador de póquer son muy cercanas a las que debe tener un ajedrecista de éxito”, opina por su parte Sacha Michaud, director en España de la casa británica de apuestas Betfair.com, que también ofrece salas de póquer online. “La estrategia y el cálculo mental pasan a un primer plano y el análisis del oponente es parte esencial para resultar el ganador. El azar queda completamente minimizado y un conocimiento teórico del juego, de estrategias anteriormente utilizadas y dotes matemáticas son aspectos claves que forman parte de los ‘grandes’ del mundo del póquer y también del ajedrez”, concluye.
Otro interesante testimonio es el recogido en el artículo de New in Chess al que hacíamos referencia, en el que el Gran Maestro Gregory Kaidanov, el noveno jugador del ránking ajedrecístico estadounidense, expresa su punto de vista: “La razón de este éxito es la aproximación analítica al juego. Los ajedrecistas estamos acostumbrados a buscar siempre la mejor jugada, y a veces nos sorprende encontrarnos con que esto no es tan común entre los jugadores de póquer. Muchos de ellos viven de la descarga de adrenalina que les proporciona una victoria, y con frecuencia su juego descansa sobre su confianza en la suerte o en las supersticiones. Algo muy común entre este tipo de jugadores es estar suplicando por un as, o lamentarse de que ‘no han visto una figura en horas’, una afirmación matemáticamente casi imposible y que nunca he escuchado en boca de un ajedrecista”.
Una opinión muy similar es la expresada por el campeón canadiense Pascal Charbonneau, quien junto a la también ajedrecista Irina Krush decidió pasar un semestre en París, y acabó costeándose los gastos de la romántica aventura gracias al apasionamiento de los parisinos en las mesas de póquer. “Al principio incluso me daba miedo entrar al Club de Aviación de París (uno de los templos del póquer en la capital francesa del que también es asidua la campeona Almira Scripchenko). Pero luego me di cuenta de que los jugadores locales eran especialmente flojos, y tendían a jugar sus manos indiscriminadamente y con demasiada emoción”, explica. El sutil equilibrio entre paciencia, agresividad y sangre fría que requiere el póquer, y el saber cuál es el momento para aplicar cada una de ellas, parecen ser aptitudes casi innatas para los ajedrecistas.
El caso de Charbonneau es especialmente llamativo, ya que puede presumir de haber ganado el primer torneo de póquer que jugó en su vida, superando a otros 49 participantes y embolsándose los 1000 euros de premio, un éxito que difícilmente podría obtener un novato en el campo ajedrecístico. Pero tampoco es excepcional, ya que otros jugadores, como el antes mencionado Gregory Kaidanov, o el joven alemán Jan Gustafsson, se convirtieron ya en winners (eso sí, en cantidades modestas al principio) tras apenas un par de meses después de haber aprendido a jugar.
Es interesante observar que algo parecido sucede en el mundo de las apuestas deportivas, aun más competitivo y difícil que el del póquer. En las casas de apuestas “clásicas”, apenas el 3% de los clientes logra obtener ganancias a medio o largo plazo. A pesar de lo cual, el autor de estas líneas podría dar el nombre de al menos tres personas del ámbito ajedrecístico que han entrado en tan selecta categoría. Una señal de que, de una u otra forma, los jugadores de ajedrez se las arreglan con frecuencia para estar incluidos en la pequeña fracción de los ganadores. Posiblemente, por estar acostumbrados a tomar decisiones de forma fría y racional, evaluando las distintas opciones con un enfoque práctico, y absteniéndose de hacer apuestas impulsivas o por seguir los colores de su equipo preferido. “Igual que en el ajedrez, el análisis previo es básico para obtener rentabilidad de la inversión realizada. Repasar las estadísticas, analizar la situación de cada equipo, observar la evolución y ver últimos resultados, son puntos que no pueden pasar por alto a cualquier jugador que busque tener beneficios apostando por internet”, explica Sacha Michaud
Las opciones aumentan considerablemente en las llamadas “casas de intercambio”, como la que Michaud dirige en España, Betfair.com, que es algo así como “el google o el ebay de las apuestas”. Éstas difieren sustancialmente de las casas de apuestas clásicas en su planteamiento. En primer lugar, porque los apostantes no juegan contra la casa, sino contra los otros usuarios (la casa sólo recibe un pequeño porcentaje del beneficio obtenido por el ganador), con lo que las posibilidades teóricas de ganar están igualadas: por cada euro perdido por un usuario hay un euro ganado por otro. En segundo lugar, porque ofrecen la opción de apostar a favor y apostar en contra (o lo que es lo mismo, aceptar una apuesta u ofrecer una apuesta), lo que las convierte en algo dinámico y, desde luego, mucho más parecido a un mercado bursátil que a una quiniela deportiva
El análisis sigue siendo la clave fundamental para realizar predicciones y decantarse por uno u otro equipo o jugador, pero en las casas de intercambio, debido a su mayor complejidad esto puede complementarse con otras estrategias, como el “trading”, que básicamente consiste en hacer dos apuestas sobre el mismo equipo o jugador, una a favor y otra en contra, a diferentes cotizaciones –lo que es posible gracias a la fluctuación del mercado-, de tal forma que una apuesta cubra a la otra, y así ganar seguro con independencia del resultado final. Son las estrategias que permiten que una mente entrenada en la toma rápida de decisiones saque más provecho. Betfair.com sigue una estricta política de privacidad que no permite ofrecer nombres de sus usuarios, “pero reconocemos que nuestro producto, mucho más complejo y evolucionado en comparación a otras casas de apuestas, ha atraído a personas del mundo del ajedrez. Utilizar las habilidades conseguidas a través de muchos años de jugar al ajedrez para obtener un rendimiento económico en la red es algo frecuente actualmente y que sin duda, va a ser una tendencia en el futuro”, concluye Michaud.
[Escrito en Linares en marzo de 2007; publicado en la revista Jaque nº 56, correspondiente a abril de 2007]
No es casualidad que en Argentina los mejores jugadores de poker sean GM, o jugadores de primera de ajedrez...
martes, 15 de abril de 2008
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1 comentario:
Interesante articulo. Pero nadie escribe de los que empezamos jugando al Mario Bros. :P
Saludos. flacodiego.
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